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Mañanas de abril y mayo, escrita por Pedro Calderón de la Barca, es una encantadora comedia de capa y espada que se sitúa en la Madrid del Siglo de Oro, durante las celebraciones primaverales. Esta obra es un excelente ejemplo de la comedia de enredos amorosos, un género que Calderón dominaba con maestría, y que transcurre en un espacio público muy característico de la época: el parque del Palacio Real y sus alrededores, a orillas del río Manzanares.
La trama gira en torno a un grupo de jóvenes que, en plena temporada primaveral, experimentan los altibajos del amor, entrelazados con los peligros y desengaños propios de los galanteos de la época. Los protagonistas, como Don Juan, Doña Ana, Don Hipólito y Doña Clara, se ven atrapados en una serie de situaciones cómicas y enredos que reflejan la naturaleza efímera y apasionada del amor joven. El ambiente de primavera, con su simbolismo de renovación y romance, se convierte en el escenario perfecto para estos juegos de seducción.
Lo interesante de Mañanas de abril y mayo es la forma en que Calderón respeta la unidad de acción, tiempo y lugar. La acción transcurre en solo dos días, en diversos espacios urbanos de Madrid: desde las casas de los protagonistas hasta las calles y el parque. Este enfoque compacto permite un desarrollo ágil de la trama, manteniendo al lector o espectador involucrado en los divertidos malentendidos y duelos verbales entre los personajes.
Calderón presenta aquí no solo una comedia ligera y entretenida, sino también una sutil crítica de las costumbres amorosas de la época. Los personajes se ven forzados a enfrentarse a las convenciones sociales y a sus propios sentimientos, en un juego constante entre el deseo y la decencia. Como en muchas de sus comedias, el dramaturgo logra equilibrar perfectamente la diversión con una cierta reflexión sobre las complejidades de las relaciones humanas.